Aguzos
Hay días funestos que nos tiran del pelo
y nos hablan al oído con murmullos soeces,
es cuando cauterizan mejor las heridas.
Conviene estar solo
para acallar estas lenguas, nos apuran a
padecer como demonios sin pronunciar
bien nuestro nombre, nos echan de la sala
como tantos amigos.
Así la flaqueza estira más nuestra piel
y nos ata las manos, quisiste
presenciar de cerca el horror.
Dicen que quema, dicen que el pasado
se asusta contigo y comienza a dar vueltas
el mal de la asfixia,
o sea, el del cuerpo que tuvimos.
Yo puedo discernir esa historia,
asumir la ignominia y callar.
En cambio tú, hombre de pacotilla
y tristezas, retuerces tus sentidos y te haces
preguntas, preguntas como sales de fruta.
Porque para la soledad,
para la intemperie que dibujan para ti
los niños que devuelven sangre y espuma
en este preciso momento
no hay palabras que descifren tu vida.
Has vuelto a mirar.
En Olleir la memoria se agría, esperas
a que ella tienda la sábana más blanca
con los dedos cortados de tu madre, notas
que no está.
A lo mejor nos engañamos
al creer que fuimos un poquitín calamitosos,
hay días dulces para ese regreso.
(C) Luis Miguel Rabanal
Música para torpes