martes, 8 de abril de 2014 Publicado por María García Esperón Posted in

Efraín Huerta se retracta de todo



Los hombres que te odian no comprenden
E. H.

Los poetas cruzan la calle sin mirar a los coches,
se frotan la palma de las manos porque si no
no estarían contentos.
Van como locos de una plaza ruidosa
a otra plaza encantada, se escuchan deprisa
y apenas si comen arroz y aflicciones con leche.
Los poetas hacen que no ven cuanto ocurre
a su lado, sacian su sed de infinito
con mujeres de torsos desnudos
y con muchachos azules que sorben las rosas.
Se les puede cobrar el aire que respiran
sin gracia y, sin embargo, los poetas enjugan
el sudor con pañuelos de cuadros,
diferentes a otros pañuelos de cuadros
que jamás podrán enseñarse.
Los poetas se tornan tristes por nada.
No saben vivir, no saben morir, ni siquiera
saben anotar correctamente la palabra rasguño.
¿Por qué enmudecen los poetas
a las seis de la tarde? ¿Por qué se desabotonan
la camisa como si nadie estuviera?
Que alguien nos saque de dudas,
por dios.