La Casa Vieja I
La melancolía sube todavía la escalera de la casa, se extiende
en comprender el murmullo irremediable del caos, se aparta
para siempre de ti de un solo abrazo, se disgusta por nada,
hasta es feroz. Quien quiera que fuese el extranjero, aquel
joven personaje que vivía sin del todo vivir, tan a sus anchas
que aún sonroja su ausencia, hoy se hace arduo equivocarlo en
una siesta que no te pertenece. Miserables, nosotros, que
sufrimos a voces la calamidad y el desánimo. Y después vienen
tormentas a entorpecer la noche, cuando uno se cree
desesperado o mudo, y pasan mujeres sin medias a tu lado y las
palabras se borran.