lunes, 24 de octubre de 2011 Publicado por María García Esperón Posted in

Nadie más apropiado que él


Nadie más apropiado que él
para expresarlo.
Se le nota en el rostro la luz
del augurio, la negra luz
que ocupaba el Valle Barreras
en otoño después del amor.
Próximo a las malezas un hombre
fuma su último ducados,
cree haber sido feliz
lo mismo que un muchacho lúgubre.
Nadie como él para contar la derrota
que surge de ese pozo,
el dolor que hinca sus uñas sucias
en la carne y acarrea la desnudez
de la tarde
hasta arrobarse a solas.
Ha visto trasgos,
se le han secado en los labios besos,
compone con su voz el apodo absoluto.
No pretende solapar la evidencia
y rebosa de espuma su boca.

Como el que apresuró sin querer
la vida de los demás
mordiendo con saña su desvelo,
la humillación que argüir a esta hora.
Detrás de la capilla besaba
a las mujeres que apenas se oponen
y daba tanto gusto no ser generoso,
no debes volver, le dice.
Incrusta en sus párpados un espino
muy dulce, arranca de su cuerpo
su oscura monodia.
Nadie te recuerda.


(C) Luis Miguel Rabanal
Lugares
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI